Este 20 de noviembre nuestra comunidad educativa se reunió para celebrar el Día de la Infancia, una jornada llena de emoción, significado y fe, en la que quisimos poner en el centro aquello que Jesús mismo nos enseñó: que los niños son un regalo de Dios y que su luz ilumina nuestro camino como colegio cristiano.
El acto comenzó con unas palabras de acogida dirigidas a familias, alumnado y profesorado, recordando que cada niño es una vida única creada por Dios y llamada a crecer en amor, dignidad y plenitud. También resonó el mensaje del Evangelio: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, invitándonos a valorar su alegría y su inocencia como signos del Reino de Dios.
Los alumnos leyeron el manifiesto del Día de la Infancia, acompañado por el mural “Encendemos las luces de la infancia”. En él se recordó que los derechos de los niños son luces que acompañan su crecimiento: cariño, respeto, felicidad, alegría, esperanza y seguridad. Además, proclamaron que todos los niños son hijos amados de Dios y que cada uno tiene derecho a un hogar lleno de afecto, a la educación integral, al juego, a ser escuchado y a soñar sin límites.
Inspirados en un mensaje del Papa Francisco, varios alumnos de 2º de Primaria compartieron una reflexión sobre los deberes que también forman parte de la vida de los niños: ser amables, agradecer, pedir perdón, ayudar y preocuparse por quienes lo pasan mal. Actitudes pequeñas que, vividas cada día, transforman el mundo en un lugar más justo y lleno de paz.
Durante el acto se presentó oficialmente la figura del Responsable de Bienestar y Protección del Alumnado, una misión inspirada en el Evangelio y en la pedagogía del cuidado. Este responsable será un rostro cercano para los niños, un puente entre familias y profesorado, un guardián del buen trato y un sembrador de paz dentro de la comunidad escolar.
Se dio a conocer también una nueva iniciativa situada en “la pecera”: la Caja de las Preocupaciones. Un recurso confidencial donde alumnos —y también familias— podrán depositar sus dudas, miedos o inquietudes, especialmente en esos momentos en los que no encuentran cómo expresarlas. Este gesto quiere recordar a todos que en nuestro colegio nadie camina solo y que siempre habrá alguien dispuesto a escuchar, orientar y acompañar.
El acto concluyó con la oración del Padre Nuestro y la interpretación conjunta de la canción “Color Esperanza”, símbolo de la luz y la alegría que brotan del corazón de cada niño.
